En esos años en el gobierno se encontraba en la presidencia el señor Gustavo Díaz Ordaz, además de eso los Juegos Olímpicos se realizarían por primera vez en México por lo que era necesario que el país no se viera en tanta controversia, así que se trataba de resolver el problema de los estudiantes.
El 2 de octubre de ese mismo año los estudiantes llegaron a manifestarse a la Plaza de las Tres Culturas ubicada en Tlatelolco, a pesar de ser una manifestación pacífica, ese mismo día militares se encontraban de encubierto entre los estudiantes, además de estar de franco tiradores en el edificio, estos comenzaron a disparar a los estudiantes asesinandolos y generando una matanza gigantesca el Tlatelolco.
Sangre, cuerpos, asesinatos pero el día después no había fotos, ni mucha información, y dicha información ponía a los jóvenes como los victimarios de este suceso. las imágenes fotográficas como un posible documento para el análisis del 68, y los vínculos de la prensa y el poder a finales de la década de los sesenta, todavía no cumple un papel importante en esta valoración historiográfica. No se trata de que las fotografías hayan estado ausentes en el desarrollo del movimiento y en la percepción del mismo que generaron los distintos periódicos capitalinos y revistas ilustradas que circularon por aquellos conflictivos meses. Por el contrario, dichas imágenes cumplieron un papel muy destacado ante la cerrazón casi absoluta de los medios electrónicos y ocuparon un lugar simbólico de primera importancia, por lo que fueron utilizadas y manipuladas desde las posturas políticas y los lugares sociales más diversos, en un amplio espectro que abarcó desde la derecha empresarial de corte anticomunista y la oposición partidaria conservadora hasta sectores progresistas y grupos radicales de ultra izquierda, pasando por todos los matices y contrapuntos moderados que se quieran encontrar.
Esta comunidad imaginada generada en las páginas de los medios impresos circuló en forma amplia a nivel nacional, permeó las conciencias y el pensamiento de distintos sectores sociales y proporcionó referentes visuales clave para la construcción de una memoria colectiva que se alimentaría de algunas de estas fotografías convertidas en iconos a lo largo de varios años.
Raúl Álvarez Garín y Gilberto Guevara Niebla, dos de los líderes más importantes del movimiento del 68 están conscientes del papel estratégico desempeñado por las imágenes. Cada uno ha escrito su versión del 68 en sus memorias recientes con los libros La estela de Tlatelolco y La libertad no se olvida, y han acompañado sus textos con una selección de fotografías que corresponden a su visión del mundo. Las portadas elegidas por ambos se vinculan estrechamente con la lógica argumentativa desplegada por cada uno en el interior de sus libros. La primera, de Álvarez Garín, con un canto colectivo en el que se observa la luminosidad justiciera de la estela que representa la memoria histórica que irradia una parte de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco (fotografía 1); la segunda, de Guevara Niebla, subraya la importancia del liderazgo del CNH y su papel histórico en los aciertos y los errores de la conducción política del 68
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